jueves, 4 de noviembre de 2010

Y nosotros los abuelos, ¿que?

En los pleitos entre las parejas, los hijos de uno, los más perjudicados de estos agarres, son los abuelos. Los que no tenemos nada que ver en las causas o motivos de los pleitos, salimos bien raspados. Vean porqué.
Las leyes mexicanas protegen casi siempre a las mujeres en todos los casos. Cuando se sucede un divorcio, la razón la tiene la mama. La patria potestad se la dan a la mama. Entonces, esta jala con toda la familia para su lado. Se lleva a los hijos a su casa y si el pleito prevalece, nunca deja que el papá vuelva a verlos. Los abuelos paternos, quedan de ese lado. La convivencia familiar se rompe. Nunca mas habrá reunión con nietos y los días festivos pasaran desapercibidos porque la mamá jamás dejara que un abuelo paterno llegue a felicitar al nieto porque el resentimiento se extiende hasta la relación de los padres o los que fueron suegros. Eran los que menos tenían que ver en el enredo, pero son los que no tienen ningún derecho de las leyes mexicanas para poder reclamar que no les quiten esa convivencia que tenían con los hijos de sus hijos. Se rompen los lazos, se rompen las relaciones en una sociedad donde el patriarcado es mera palabrería. El matriarcado formado por la madre, prevalece por el tiempo. Esta inculca quien sabe que malas hierbas a los hijos, dependiendo de cómo le haya ido al momento de la separación.
Que si le tocó buena dote, que si quedó garantizada la penuria, aparentemente disminuirá el odio hacia su ex pero no, no sucede así. Los pleitos y los roces siguen por secula seculorum.
Parecería que las leyes mexicanas están creadas para separar a las familias de verdad, sin importarles la convivencia ni las relaciones que unían a esas familias. No solo la llevan quienes se separan, que en realidad son los que deberían llevar toda la “pena” o “carga” del divorcio. No, la llevan los hijos, la llevan los abuelos sean maternos o paternos. Cuando la razón se concede a la mujer, serán los abuelos paternos quienes lleven esa desventaja.
Aquellos días felices cuando ibas por tus nietos para salir al parque o llevarlos a desayunar o llevarlos de vacaciones a una playa cercana, o llevarlos de vacaciones al extranjero, esos días se acabaron. Aquellos días en que ayudabas a tu nieto a hacer la tarea porque sus papas estaban ocupadísimos, esos días se acabaron. Esas sonrisas, esas vivencias felices que tuviste con tus nietos en antaño al rompimiento, se acaban. Vaya, ni siquiera tienes derecho a llegar a la casa donde viven tus nietos y preguntar por ellos o entrar como “hijo de vecino” como lo hacías antes, so pena de que te demanden por “allanamiento” y utilicen a los mismos nietos en tu contra, so pena de castigos o de violencias psicologías que se convierten en cargas permanentes.
No habrá más de chile ni de pistache.
Las piñatas o los días de cumpleaños de tus nietos, serán festejados por la mamá en su casa, o en la casa de la abuela materna o de la bisabuela, si existe, y los abuelos paternos no tienen ningún derecho de estar en esas convivencias. No pueden gozar de esos momentos que vivieron desde que nacieron. Porque ¿quien los vio nacer? Los abuelos tanto maternos como paternos. Ahí estaban felices, viendo el desarrollo de los nietos, cuando crecen, cuando se van a la escuela el primer día de clases, cuando salen de la escuela, cuando van a su primera fiesta de quinceañeros, cuando inician su carrera y cuando, por el ciclo de la vida, se llegan a casar.
¿Cuales son los patrones de conducta que se forman? Obvio, los de la familia materna. Y si en esta familia ha habido muchas separaciones por cuestiones de infelicidad, los patrones culturales que se forman, tengan la seguridad que los nietos vivirán estas experiencias como propias. Se casaran y se divorciaran y así será por tiempo indefinido. Porque son los patrones culturales de la desgracia y de la infelicidad que han recibido de parte de una familia que no los ha querido. Que no los ha inculcado en el amor de la pareja. Son producto de una pareja separada.
Y eso lo han provocado las leyes mexicanas que favorecen esos patrones. Esas leyes no buscan la armonía y la convivencia que antaño tenia una familia antes de separarse.
Aun cuando lo digan. Son posturas. Se han creado organismos públicos de defensa de los derechos de las familias. De los hijos. De la violencia intrafamiliar. Pero quienes más la provocan son quienes han creado esas leyes. Por que la aplicación de esos reglamentos, de esas leyes, queda en manos de personas que han sufrido amargamente en sus vidas. No hay leyes que sirvan para encontrar esa felicidad que existía en la familia antes de separarse. Todos buscan llevar agua para su molino, de los abogados que intervienen en los pleitos, que son los más enredadores, hasta los juzgadores, que han vivido prácticas separatistas desde que nacieron.
Un sistema que provoca infelicidad es un mal sistema. Unas leyes que rompen los lazos familiares son malas leyes. Cuando los legisladores dejen de estar “papando moscas” y se den cuanta que las separaciones de las parejas nunca conducirán a la felicidad de los hijos. Mucho menos a la de los abuelos. Que esos si, se quedan “papando moscas”.
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