jueves, 31 de mayo de 2012

Amalia Millan Maldonado, la diputada, la folklorista.

Es una de las mujeres mexicanas de más polifacética y brillante personalidad que ha abarcado fases las más disímiles, sobresaliendo en todas ellas de manera indudable como un indiscutible valor del feminismo mexicano. Estas fases son: el arte, proyectado en el canto, la música y el folklore; la cultura como conferencista, educadora y escritora; como minera, ocupación la menos femenina, y por último, la política.
Aqui con Polo Sánchez Celis y Bejnamín J. Lopez.
Grupo de entusiastas seguidoras con el
vestido folklorico de Sinaloa, creado por
Amalia Millán.
Nació en el pueblo de San Ignacio, Estado de Sinaloa, en el hogar de Don Hilario Millán y doña Teresa Maldonado. Cursó su primaria en Culiacán y la secundaria y el bachillerato por suficiencia, magnífica manifestación de su voluntad y talento al verse obligada a ello para obtener en 1944 el diploma Universitario que la titulaba Profesora de Folklore, siendo la primera mujer que en México obtenía tal titulo en la Universidad Nacional. Pero regresemos a 1937 cuando Amalia, una jovencita llena de ilusiones y amor al arte, ingresa entonces en la llamada facultad de Música, hoy conocida como escuela nacional de Música. En cierta ocasión necesitaba a toda prisa encontrar al maestro Mischaca para resolver cierto problema de solfeo cuando en su busca, entra equivocadamente a otra clase que decidió su destino. Un maestro de cabeza blanca hablaba de poesía y danzas antiguas temas que le apasionaron, quedándose parada en la puerta para escucharlo. El la invita a entrar. Al terminar la clase pregunta quién es ese maestro. Es el maestro don Manuel M. Ponce le contestan. Se acerca entonces al célebre autor de “Estrellita” y tal es su vehemencia al hablarle que el se ve reflejados en los ojos de la jovencita, la pasión por el folklore, invitándola a escuchar sus clases en calidad de oyente. Al día siguiente, Amalia, como todas las alumnas del que era el quinto año del Maestro, presenta el trabajo que habíale oído pedir basado en sus explicaciones en aquella clase, trabajo que por supuesto ella amplio por las consultas que hizo en libros de historia del folklore. Tan bueno fue el suyo, que el Maestro se lo pide para publicarlo en uno de los principales diarios. Ese fue el primero de una serie de bellísimos artículos que luego publico en su libro “clases de Folklore” que ella, en sustitución de ese mismo maestro diera durante la ausencia de éste en uno de sus viajes pues sobresalió de tal manera que llego a tener la capacidad para suplirlo, poniendo eso si, como especifica condición que el sueldo siguiese siendo integro para Ponce. Viendo su capacidad el gran compositor pide al entonces rector de la UNAM Brito Foucher que se constituyera un curso especial de esa materia, creándose en tal concepto esta carrera en la que la srita. Millan fue la primera graduada. Al mismo tiempo había seguido sus estudios de piano y canto, auspiciada por el maestro Ponce. Hace su primera presentación en la unión femenina Iberoamericana, interpretando varias canciones indígenas yaquis, acompañada del típico tamborcito de la tribu. Esto la puso en el camino de la interpretación folklórica iniciando asi una carrera que en su género nadie ha superado y con la que ha dado sentida interpretación a la canción indígena de México dentro y fuera de su patria. (Anecdotario: siendo presidente Adolfo López Mateos, vino a Sinaloa a inaugurar la presa que lleva su nombre, habiendo sido recibido por una comitiva de señoritas de Culiacán encabezadas por Amalia Millan y quienes estrenaban vestido folklórico creado por ella, y acompañaron al presidente a la presa. Ahí, Amalia Millan bailó una danza además de que cantó algo en nahua o algún idioma indígena, a lo que Lopez Mateos se quedo plenamente satisfecho y agradecido por ese gesto de la folklorista. Quiso, sin embargo, preguntar que le había dicho en esa canción a lo que Amalia le contestó: es la voz de mis paisanos de san Ignacio, quienes le piden, señor presidente, que les haga el puente sobre el rio Piaxtla para poder acceder a sus tierras sin peligro. ¿Cómo?, se sorprende Lopez Mateos. Amalia le explica: todos los años, señor presidente, las avenidas del rio Piaxtla impiden el libre tránsito a la cabecera municipal. Tienen que utilizar pangas que muchas veces no son seguras para trasladarse y movilizarse. Por lo que, le piden, señor presidente, que les construya un Puente para entrar y salir. Fue tan gratamente impresionado con ello, que Lopez Mateos ordeno que se iniciaran los estudios para la construccion del puente, cosa que quedo terminada ya cuando Sanchez Chelis era gobernador) Participó en una película cantando canciones otomíes, actuación que le fue aplicada a la figura central de la misma, invirtiendo el producto monetario de su trabajo en la adquisición de material folklórico (trajes e instrumentos musicales) para continuar su labor pro enriquecimiento y divulgación en la que acompañaba periódicamente al mismo maestro Ponce, de quien se convirtió en la más inmediata y útil colaboradora, y con quien la unió un intenso y admirativo afecto. Amalia siempre fue así, adquiriendo constantemente prendas y materiales que le sirvieran para mostrar el folklore mexicano. Estudiosa hasta el máximo, continuo el rudo aprendizaje de los idiomas: ingles, francés, alemán, italiano, tanto para prepararse una nueva carrera como para dar un mayor auge a la interpretación folklórica de su pueblo, ante otros pueblos y otras razas. Sin embargo, su marcada devoción indígena la aparto de aquel derrotero, en tanto que la interpretación folklórica hecha en los idiomas originales de las canciones, la llevan por el sendero que al equivocarse de profesor la hiciera dar con el célebre Ponce. Y así en 1945 es invitada a asistir a las conferencias de la Paz en San Francisco, California, para cantar este género dando a la vez charlas sobre el origen de las canciones de las que se graba un álbum que comprende un curso completo de la música indígena de tres épocas trazadas por el maestro Ponce: la precortesiana, la colonia y la actual. Luego de las conferencias es llamada a hacerse cargo en la Universidad del Sur de California en la cátedra de folklore que fundan para ella la cual imparte a maestros especiales que a su vez instruyen tanto a alumnos mexicanos como norteamericanos. Entre sus propios alumnos esta el profesor y compositor Laphtchan, quien compone una linda opera de los temas mexicanos aplicados sobre una bella leyenda del mismo origen, que la profesora Millan les hace conocer. Publica además, un libro de canciones indígenas mexicanas traducidas al ingles con lo cual corona sus actividades en Norteamerica, país en el que permanece hasta 1954, cuando por asuntos familiares se ve obligada a volver inmediatamente a México dejando pendiente un brillante contrato para cine y viajes por todo Estados Unidos y Europa, ofrecido por poderosa agencia teatral que contrataba únicamente a figuras de alto relieve. Al regresar, continúa su magnifica trayectoria de folklorista, con participaciones constantes en la prensa mediante artículos, conferencias en los principales centros culturales e interpretaciones de canto y danza labor que realiza con exposición de los trajes auténticos y la música e instrumentos indígenas lo cual sigue haciendo tanto dentro del país, como en frecuentes viajes al exterior el último de ellos realizado el pasado octubre a Estados Unidos. (fecha de la edición de este libro: 1961)

jueves, 3 de mayo de 2012

las muertes de los periodistas

Recientemente asesinaron a una periodista reportera de Proceso, en Veracruz, al parecer asfixiada después de haber sido humillada y golpeada. ¿Cuál fue el motivo? Se ignora, pero los gremiales han especulado que se debió –su muerte- a que fue muy valiente siempre al escribir, que no tenia tapujos, que era una brillante periodista, investigadora, acuciosa, veraz, oportuna, simpática y que le caía bien a todos, que no había ninguno que no la quisiera. Con todos esos atributos, ¿quién se atrevería a asesinarla?. Solamente un pelafustán o alguien a quien haya censurado o criticado en sus textos informativos publicados por esa incisiva revista menos comercializada y no con tantos y tantos simpatizantes como tiene ahora. Bueno el caso es que siempre sucede algo así. Es el cantar de las sirenas. El plañidero de las viudas. El llorar de los que se sienten amenazados por quien sabe quién y que temen por su vida. Inician toda clase de protestas a través de sus columnas, escritos, que ya quisiera cualquier candidato disponer de tanto y tanto relato de la persona asesinada. O en este caso, del periodista que respetamos su memoria. Es tanta la protesta que hasta las fuerzas vivas y las muertas se despiertan en protesta tan singular. Queremos justicia, exigen. Muerte a los asesinos de quienes solo tienen la pluma para defenderse. Que los quemen a fuego lento. Piden. Muchos epítetos y pocas nueces. Bueno, no tantas. Porque hasta los que no sirven para nada y nos cuestan un ojo de la cara, los diputados, hacen leyes especiales para defender a los periodistas de las balas de los maleantes. Me imagino un artículo de la citada ley: “si ven ustedes que viene una bala en su contra, más vale que corran”. Y así por el estilo todo el articulado de la mentada ley pro defensa de los sufridos y mal pagados periodistas. Incomprendida su labor. Ellos están al frente de una responsabilidad cabrona. No crean ustedes. Hacen desfiles acompañados de los y las candidatos y candidatas a diputados para que las leyes se apliquen con todo el rigor. No haya contemplaciones. Y como disponen de los medios de difusión, las entrevistas que se “avientan” son una verdadera pieza digna de un libro de historia que pasara a eso, precisamente, a la historia. Y es que muchos periodistas se han convertido en intocables. En unas verdaderas vedettes, sino pregúntenle a los que controlan los noticiarios de las cadenas televisivas. Se creen, algunos o muchos, inventores del hilo negro. No hay peor ofensa que la muerte de un periodista que estaba cumpliendo con su deber. Se encontraba con la pluma solamente y de repente le metieron un balazo de una 9 milímetros. Lei en un periódico local que estaba un pobre amigo sentadito en su casa viendo televisión cuando llego un asaltante irrumpió su programa favorito que creo era el de las noticias, y pam, pam, le metió dos balazos en la cabeza. Pobre diablo. Viene esto al tema porque me pregunto: ¿Qué pasa con todos aquellos asesinados que, al igual que los periodistas, mueren a balazos ahí, en sus casas, en su trabajo, en su vehículo, cuando están con su familia, en su campo u donde sea?. Recuerdo el caso de un amigo pollero que trabajador el como nunca, estaba sentado en su negocio cuando llego un malhechor y le exigió el dinero de la venta del día para drogarse. El amigo pollero le respondió que con qué derecho, si era el fruto de su trabajo. Ah, ¿no me lo das?, le dijo y acto seguido le metió tres balazos calibre 38 que lo dejaron tieso. Nadie protesto. Nadie hizo una apología del crimen. Nadie. El amigo quedo ahí, tirado, y los empleados que lo vieron, llorando a su lado. De este crimen, como de muchos, pero muchos, han quedado ahí, en el acontecimiento sin que nadie pueda decir que agarraron al asesino. No hay una estadística, pero creo que son más los asesinados a mansalva que los periodistas. Y si habláramos de derechos, diríamos que ambos, los periodistas y los anónimos, son iguales. Tienen la misma calidad de seres humanos. La desgracia de éstos es que no tienen pluma que los defienda. Ni tampoco leyes que sean especiales para los asesinados impunemente y que quedan ahí para la estadística. ¿Cuántos de esos casi 50 mil que hablan de la “guerra” del narco, han sido aclarados?. Así que por favor señores periodistas, son mas muchos los que han caído en este país y que nadie, pero nadie, los ha defendido con tanto ahínco. Ni siquiera sus propios deudos. No le hagan al monje loco. No es por ahí. Sean humanos, o humanícense en las penas nacionales. Sean solidarios, así como lo son con sus agremiados, con los demás asesinados que fueron acribillados a tiros, muchos de ellos, sin deberla ni temerla. El albañil, el carpintero, el taquero, el nevero, el dependiente, la ama de casa, el oficinista, el policía, el militar, el profesionista, tantos y tantos que han caído por muchas veces “quítame estas pajas”. La criminalidad que ronda al país, no se va a terminar con leyes y más leyes. Y menos leyes específicas para determinados gremios que solo los exponen más. Cambiemos la actitud de los mexicanos. Y la nuestra propia. Porque así, ¿creen ustedes que alguna vez lograremos alcanzar el sueño del progreso equilibrado y equitativo?.(sm)